Monday, February 06, 2006

MONTAÑA RUSA

Hola, hace rato que no escribíamos nada, y vayan las disculpas del caso para los que no se aburrieron de esperar, sin embargo la pastelera 1 está triste rememorando un pastel y me ha inspirado para escribir este cuento, que se titula Montaña Rusa:

Desde hace rato la pena me invade y me deja paralizada en las cuatro paredes de mi oficina. No puedo escribir una puta letra porque me absorbe tu recuerdo y tus palabras en esta visita inesperada que me terremoteó la vida. ¿Corazón o razón? Por el momento razón, pero pese a actuar en forma lógica me siento subida arriba de un carrusel con su sube y baja calmo y satisfactorio, pero plano. Contigo subí hasta casi tocar el cielo con las manos y si bien con la abrupta bajada se me iba deshaciendo el corazón me sentía viva.
Estoy absorta en esto y el niño del carrusel me llama y me alienta a acudir su música serena. Voy sin ganas me monto sobre sus piernas y me satisfago en forma rápida y fácil. Satisfacción garantizada.
¿Quiero aquello? Sé que no, pero quiero creer que sí... el carrusel es seguro y no necesito apretarme el cinturón de seguridad. Los codos me duelen y las cicatrices de mis heridas de guerra se vuelven frescas cuando me caigo en tu encanto y derrapo en las curvas de tu pasión
¿Corazón o razón? Me siento pequeña ante la incertidumbre y creo no tener la edad para que el corazón me permita de nuevo volver a subir a tu montaña rusa

con cariño querida amiga,

pastelera 2

Friday, October 14, 2005

Mis arrugas...


Desde que cumplí la treintena comenzó una preocupación feroz por la aparición de arrugas, canas y otros signos que denotaran el paso del tiempo en mí. La verdad no represento la edad que tengo y me veo bastante bien para los años con que cuento, pero la presión por no verme vieja desde hace un tiempo comenzó a atormentarme, saltando así a la compra compulsiva de cremas y mengunjes de los que nunca me había preocupado.
Gasté más dinero del razonable en dicha rutina, sin que a mi juicio, viera resultados aparentes y permanentes. Mi obsesión mayor se concentraba en dos arrugas en el ceño que me martirizaban la existencia y hasta pensé en pedir como regalo, para este cumpleaños que se acerca, botox. Sin embargo, hoy me aburrí y me dí cuenta que mis arrugitas me gustan, me parecen interesantes; porque denotan experiencia y borrarlas sería tan absurdo como eliminar de mi vida, probablemente, todas las vivencias que ayudaron a su aparición.
Quizás todo se deba a que hoy inicié la primera sesión de mi terapia de pareja con mi esposo, a fin de mejorar y recuperar nuestro matrimonio; y me dí cuenta, que pese a todo lo mal que lo pasé en mi temporal ruptura, las enseñanza que quedaron de aquel desastre fueron positivas y constructivas para mi pastel y yo. Claramente no soy una masoquista y me habría gustado contar que tras nuestro largo noviazgo, nos casamos y fuimos felices sin más, pero las cosas no se dieron de ese modo y nuestra relación se desgastó, se resquebrajeo y casi casi murió.
No obstante, nuestro quiebre me hizo más fuerte, me ayudó a sacar fuera lo peor de mí, a finiquitar el duelo, volver a la esencia y renacer. Aún no salgo, pues estoy en ese cometido; pero me gusta, y parte por reconocer -a quien quiera saberlo- que hoy estoy cómoda...
Cómoda con mi vida, mi relación, mi trabajo, mi existencia y -por cierto- mis arrugas, ya que ellas reflejan un período pasado que no fue bueno, pero tampoco apocalíptico y que hoy debo aprender a no ser tan absoluta ni inflexible, sino rescatar lo mejor de mí y mis circunstancias; donde sin lugar a dudas, estas líneas de vida que se me quedaron en la cara tienen un lugar especial.
"Este es el mundo de los dos, sin sentido, pero tuyo y mío..." (Amaral)
pastelera 2

Dijeron de las mujeres:


La mayoría formaban en las filas de las “emancipadas” y hacían profesión de protestar contra el predominio del macho. Con todo, esas mujeres a la moderna pagaban a un hombre el tributo que ninguna mujer común y corriente está dispuesta a pagarle nunca: el de oírle hablar con la mayor atención.

G.K. Chesterton.

Wednesday, October 12, 2005

Me carga que me digan “Mijita”

Ya lo han dicho muchas veces: en el lenguaje las formas de la discriminación se multiplican y consolidan. Más allá de la discusión sobre el poner el género al lenguaje, yo lo siento muy dentro cada vez que me dicen “mijita” o alguna de sus variaciones más frecuentes: chiquita, chatita, mija o hija. Una serie de diminutivos que no van con mi personalidad, y que especialmente en las relaciones de trabajo me molestan profundamente.
En mi ya larga lista de trabajos me he encontrado con diversas clases de hombres, y en algunos de ellos uno huele esa actitud machista que a algunos se les sale por los poros. Debo decir que como resultado final no he tenido ese tipo de problemas, ya que por norma general mantengo las distancias con cualquiera que me huela a estilo troglodita, y en particular comienzo con pequeñas aclaraciones y mayores cuando el caso lo amerita.
Una de ellas es no dejar que me mijiteen.
Es como si en medio de una reunión, o de estar hablando de una decisión importante pretendieran tratarte como inferior en algún sentido, decirte casi tontita, descalificando de esa manera tus opiniones o posturas y darse ellos el lugar de las canas. Cuando era más joven era aún peor, con eso de que la juventud es sinónimo de inexperiencia, ya que en este país te empiezan a tomar en serio después que cumples los treinta años.
Creo que he tenido éxito en esto, que la tentación sufrida por varios al inicio de mi carrera, cuando todavía era una joven demasiado buena y que buscaba aprobación, fue cortada por mi otro impulso de ponerme de igual a igual. He tenido personal a cargo –en ocasiones colegas y todos hombres-, me he desempeñado en otros sectores donde soy más bien una asesora y también me he desempeñado en otros espacios como el gremial o un círculo de estudios sin pasar por el clásico mijiteo.
Pastelera 1

Thursday, October 06, 2005

CIEGA


En el artículo de La Gata Loca hablaba de que a veces la pasión nos ciega; y justo ayer en la universidad conversaba con mis alumnas sobre aquello, a partir del caso del sujeto que violó y mató a la hija de su conviviente de 10 años. Resultó que una de mis alumnas era madrina de la niñita y me relataba como fue viendo con impotencia, como poco a poco su amiga se cegaba frente a los momentos de pasión que le entregaba el tipo, quien a ojos de todos los demás era un mal amor.
El tipo en cuestión era drogadicto, no trabajaba y siempre miraba con malicia a otras mujeres, pero ella no se daba cuenta o no se quería dar cuenta... ciega -supuestamente- de amor. ¡Qué equivocada estaba! pues ese hombre no sólo no la amaba, sino que era capaz de hacerle daño a su hija y no le entregaba más que instantes de frenesí en la cama.
Los relatos de mi alumna me tenían indignada, ya que yo trataba de argumentar que no me cabía en la cabeza el que esta mujer no se pudiera dar cuenta, antes de lo ocurrido, de lo malsana que era esa relación. Que el sexo es sólo un porcentaje de la relación, pero que a mí me importaba más la inteligencia, la tolerancia y el espíritu de mis hombres, pero escuché con mucha pena como otra de mis alumnas me decía que a las mujeres de estrato bajo no les importa nada de eso, sino sólo las competencias gimnásticas de un tipo en el lecho. Eso me hizo reflexionar que quizás muchas de ellas suplen las carencias de sus vidas con sexo, volviéndose adictas a él, porque son los únicos momentos de placer que se permiten, lo cual las lleva lentamente a caer al precipicio.
¡Qué triste es ser ciega! y no poder darse cuenta a tiempo de las consecuencias que tiene este estado de la negación como mujer, que implica el hecho de vivir sólo por y para el sexo, como exclusivo elemento relevante de tu existencia. En este blog jugamos a analizar a los novios y amantes que han pasado por nuestra vida, con los respectivos buenos y malos momentos que nos entregaron, pero nunca ninguna de nosotras se ha permitido llegar a anularse y volverse ciega por la pasión. De hecho como mujeres inteligentes tratamos de sacar enseñanzas de vida de nuestros pasteles y jamás tampoco aceptaríamos hombres pastel como el ratón Ignacio o el asesino descrito.
Creemos en el buen amor, en el verdadero amor, que no consiste en concentrarse sólo en la capacidad amatoria del otro, sino también en su cabeza y corazón. No basta con sindicarse como inteligente, hay que demostrarlo y seguir exclusivamente el camino de la calentura hasta volverse ciega, no es un ejemplo de esto.
pastelera 2


Wednesday, October 05, 2005

LA ANTIPASTELERA: LA GATA LOCA

No sé si recuerdan que alrededor de los 80´s daban una caricatura que se llamaba "La Gata Loca" (Krazy Kat) de George Herriman, donde una gata estaba perdidamente enamorada de un misógino ratón llamado Ignacio, que la violentaba lanzándole un ladrillo en la cabeza, lo cual era traducido por la pobre como signo de amor.
Ignacio era ambicioso, egoísta, cínico, violento, revoltoso, corrupto y antisocial, pero la apasionada gata cegada por las estrellas que le hacían ver los golpes del ladrillo era incapaz de darse cuenta...
Ignacio era la peor clase de pastel que puede existir y la relación establecida con la gata era malsana y sadomasoquista, pero absolutamente real y simbólica.
De hecho, el cómic tuvo y tiene muchos adeptos vip, como Picasso, Chaplin, Disney, Joycey, Hemingway, Tarantino y hasta Michael Stipe, el líder de R.E.M., quien tiene a la pareja tatuada en un brazo. Lo cual sólo demuestra que la insana relación de Ignacio y la Gata gatilla atracción en el subconsciente de varios hombres.
La Gata Loca representa a la antipastelera, primero porque las pasteleras nos reconocemos como tales y sabemos identificar las ventajas y riesgos de la relación con un pastel, pero conocemos los límites y la Gata Loca los sobrepasó desde 1910, cuando Herriman creó el cómic y lo peor es que durante todos los capítulos que duró nunca se dio cuenta.
Pero pese a ser sólo una caricatura, La Gata Loca es la mejor semblanza del amor maldito que muchas mujeres sostienen y alimentan día a día, enceguecidas al igual que la felino por momentos de pasión y placer que les proporcionan los pasteles como Ignacio.

Ignacio el ratón misógino
Gracias al cielo nuestros pasteles son unos niños de pecho frente a Ignacio, pero también nosotras en nuestra condición de pasteleras hemos aprendido a poner límites; primero, porque nos autorespetamos y segundo, porque pese a que es encantador jugar con fuego, quemarse es poco inteligente...
pasteleras!!

Mi primer pastel...


Conocí a mi primer pastel cuando tenía 14 y sólo había pololeado con chicos buenos. El tipo en cuestión era mayor que yo, de hecho ya había salido del colegio, y tenía cierto tufillo de popularidad entre las calcetineras. Lo ayudaba en ello una camioneta amarilla, una voz ronca y su fama de mujeriego.

El pastel no era guapo guapo, pero tenía su que sé yo que caí. Comenzamos a salir y el tipo se comportaba suuuper bien y hasta mis papás le tenían buena, pero grande fui mi sorpresa cuando supe que le habían apodado el repartidor de polllitos porque después de ir a dejarme a mí, alternaba la noche con otra y luego otra y luego otra; siendo su especialidad las niñitas de 15.
Este pastel me quebró el corazón y realmente en un momento creí estar enamorada, aún me acuerdo de cómo le escribía cartas y lloraba desconsolada cuando me gorreaba. Nuestro fin llegó rápido, era chica, pero no tonta y comencé a darme cuenta que el sujeto era una pérdida de tiempo cuando repetía, una y otra vez, que quería casarse con muchas mujeres y tener varios hijos, a los que se dedicaría para que todas sus ex lo mantuvieran.
Seguimos siendo buenos amigos y tirábamos de vez en cuando, lamentablemente tuve la genial idea de darle el teléfono de una amiga cuando se cambiaba de ciudad y digo lamentablemente, porque mi pobre amiga cayó redondita, hoy tienen dos hijas y están casados, pero antes el pastel le hizo pasar por mil y un dolores de cabeza.
Para muestra un botón: como típico pastel saltó de carrera en carrera durante un largo tiempo hasta ¡oh sorpresa! me lo encontré estudiando mi misma carrera en la u y hasta fui su ayudante. El pastel seguía con su adicción a repartir pollitos por la noche y mechona que llegaba solía caer en sus garras, todo mientras seguía pololeando con mi amiga y ya tenían una hija. Pero el pastel se seguía comportando como un adolescente que ya no era y la responsabilidad era una palabra que no tenía en sus anales.
Sin embargo, el pastel era tan simpático que siempre tenía pasteleras a su disposición. Hace unos años me lo encontré y seguía tan lacho como siempre, pero hoy su encantadora desfachatez ya no era tan atractiva como antes, sino más bien olía a patetismo y decadencia, mientras mi pobre amiga lo seguía viendo con ojos de amor y un par de niñitas y kilos se derrapaban por su cuerpo. Me sentí culpable, pero luego reflexioné y capté que esta pastelera es feliz así y no ha tenido la argucia de poner las reglas claras a este viejo pastel.
No tengo malos recuerdos de mi primer pastel, porque me enseñó a conocer la especie y a comprender que uno tiene el poder de decidir o no ser una pastelera. No estoy negando mi pasado, ni mis experiencias pasteleras, sólo digo que a lo menos hoy sé reconocer un pastel y conozco mejor los riesgos y ventajas que de ello se derivan.
la pastelera 2

Tuesday, October 04, 2005

Bienvenidos al blog de las Pasteleras!!


NUESTRA PRESENTACIÓN: Nos conocimos en la universidad y de allí somos inseparables; ambas somos periodistas, una se dedica al rubro y la otra se diversificó; ambas estamos pololeando, una con un poeta, la otra con un colega; la primera es madre de dos niños, la segunda aún rehuye de la descendencia; ambas somos autosuficientes económicamente hablando, una mantiene a sus hijos y la otra se automantiene.
Ambas vivimos sin hombres, una es soltera convive con sus hijos y tiene pareja puertas afuera, la otra es casada, pero tiene marido/pololo puertas afuera; ambas tenemos una separación a cuestas, una como tema superado, la otra se está arreglando pero con harta cautela; ambas fumamos, nos gusta el cine, la independencia, un rico copetito, el buen sexo y los pasteles...
Somos treintonas y toda nuestra vida hemos consumido casi exclusivamente hombres pasteles. Nuestra definición de pasteles son los hombres profundamente inmaduros, irresponsables, con vida cacho y que se siguen masturbando con sus existencias. Los hombres niños nuestros exquisitos pasteles.
Pese a que no nos gustaría consumir exclusivamente pasteles, y hemos hecho harto el intento, debemos reconocernos glotonas y debido a eso hemos engordado a base de hartas rabias, penas e indignación, pero a pesar de todo no podríamos declararnos a dieta, porque nos gusta el dulce sabor amargo de la relación con un pastel, pues te dejan en la boca un placer culpable exuberante de vida.
De eso y más queremos hablar en nuestro blog y los invitamos cordialmente a participar de él.

Las pasteleras